martes, 2 de noviembre de 2010

<<“Una generación alabará tus obras a otra generación, y anunciará tus hechos poderosos.”>> SALMO 145:4  (LBLA)

Por favor, leamos reposadamente este salmo de David.

UN MENSAJE PODEROSO

A través de la alabanza transmitimos a las nuevas generaciones un poderoso mensaje: las obras y las valentías del Señor.
El mensaje exaltará y glorificará únicamente a la persona del Señor y sus atributos, manifestará lo que solamente Él ha hecho, hace y es capaz de hacer. Esto hará que las nuevas generaciones, todos aquellos que escuchen estas alabanzas, teman, reconozcan y pongan su confianza en Dios.
La traducción original del texto—y en la que concuerdan la mayoría de traducciones dice que una generación “alabará” las obras del Señor a otra generación. No es un mero narrar o comentar; ni siquiera un cantar; es un “alabar”, un dirigirse a alguien (en este caso al Señor Dios todopoderoso) en alta voz, la expresión audible de alguien que ha experimentado y contemplado las obras de Dios y quiere que todos lo sepan. Es un abundante expresar o proferir, como afirma la versión inglesa de Rey Jaime, la memoria de los atributos de nuestro Dios (vs.7), de Aquél que es Grande y digno de suprema alabanza (vs. 3)

TRANSMISIÓN PATRIMONIAL

¡Qué hermoso privilegio tenemos de poder “transmitir” estos cantos que glorifican el Señor a las nuevas generaciones! No solamente pienso en la congregación—donde usualmente solemos alabar al Señor, y donde yo mismo en mi juventud recibí un audible y sonoro testimonio de las obras del Señor y sus poderosos hechos, lo cual recuerdo con mucho afecto—sino primeramente, un transmitir, melodioso y sonoro, a nuestros propios hijos, o los hijos de nuestros hijos, quienes son  parte de las nuevas generaciones, herederos de este gran “legado espiritual” que es la alabanza. La transmisión de un patrimonio mucho más glorioso que algo material; es un enriquecer a nuestros descendientes con un tesoro vivo y espiritual; una bendición del Señor que realmente será capaz de dejar una huella indeleble en el corazón y que brotará aquí y allá, en una situación u otra, como un testimonio  que resonará en el corazón de nuestros hijos.

UNA IMPORTANTÍSIMA CONSIDERACIÓN

A la vista de estas cosas ¿Qué herencia estamos dejando en nuestra simiente? ¿Qué clase de patrimonio estamos legando a nuestros descendientes? ¿Qué proclaman nuestras bocas día a día y continuamente?
Y si “alabamos” delante de la nueva generación ¿qué clase de mensaje  transmitimos? ¿Concuerda éste con nuestro estilo de vida, es decir, con nuestros hechos, palabras, conductas, actitudes…? ¿Es mi vida entera una alabanza a Dios?
¿Y qué hay de estas “alabanzas”? ¿Exaltan y glorifican realmente a Dios nuestras alabanzas? ¿Hablan del poder y los hechos estupendos del Señor, o de los nuestros? (vs. 6) ¿De la memoria de su inmensa bondad y su justicia (vs.7) o de vanos sentimientos humanos? ¿De la gloria y la magnificencia de su reino y su poder (vs.11, 12) o de palabras huecas y vacías carentes de mensaje en las que no aparece ni una sola vez el exaltado nombre de nuestro Dios y de nuestro Señor Jesucristo? ¿ Es esta alabanza  de mi boca “La alabanza de Jehová” (vs.21) o mi propio canto?

Aprendamos del rey David y llenemos nuestros corazones del Señor para poder exaltar a nuestro Dios y Rey, bendecir y alabar su Nombre eternamente y para siempre (vs.1). Amén.